TODOS VIVIMOS CERCA DE LAS VÍAS

"Hay días que parece que nunca se va a apagar el sol

y otros son más tristes que una despedida en la estación"

Me encanta esta canción. Pero la prefiero grabada de concierto a estudio. Algo que me pasa con muy pocas canción (Eat the rich, de Aerosmith, por ejemplo).

Hay días que son geniales y días que son muy chungos. Pero últimamente me doy cuenta de que muchas veces decidimos eso nosotros mismos.

Hoy he decidido que sea chungo. ¿Por qué? Porque estoy harta. ¿Por qué? Pues porque me apetece. Estoy así de chula.

Quizás estoy cabreada porque no tengo tiempo para nada que no sea trabajar y trabajar, porque no veo a gente que quiero ver, porque no hablo con gente que quiero hablar y porque no duermo lo que quiero dormir.

Y porque ni siquiera tengo tiempo para parar y quejarme. Sólo tiempo para hacer cosas y correr de un lado a otro.

Esta semana viene un primo mío de Brasil. Es el hombre más perfecto jamás soñado. Mi hermana y yo siempre lo hemos dicho. Es tan perfecto que, mientras hablas con él, piensas si le habrán dado cuerda por la mañana o va a pilas. Dieciocho millones de idiomas, guapo, alto y cariñoso. Trabaja para multinacionales, viaja por trabajo a Nueva York y París, sale en periódicos de tirada nacional y, encima, es mucho más llano y normal que mis tíos de atrás (que se creen marqueses de la Edad Media).

Tiene dos divorcios. Yo lo achaco todo al trabajo. Mis jefes trabajan doce horas al día. Pues imagínate él. El trabajo no dignifica, es una mierda. Pero me vuelvo loca si no curro. Mi vida es una paranoia y, hoy, he decidido estar harta.