EGOGENTE

Cuando vengo en el bus al curro, hay una rubia entintada que se baja en la misma parada que yo y coincidimos en un trecho del camino. Le tengo un poco de tirria. No por su minitalla, ni por que a su lado la Liberada parece Jennifer Aniston (por el pelo liso), ni porque me recuerde a mi Barbie SuperStar (pero con menos pecho, que mi barbie era la más tetona del barrio T-T), ni porque vaya combinando cada día la ropa con tres colores, ni porque vaya en tirantes cuando yo acabo de sacar el palestino.

La aborrezco porque está todo el rato mirándose en los escaparates.

Iba yo un día andando, tranquila, cagandome en tó lo cagable. Cuando la tía de enfrente (ella) da un bote. Pos yo me asusto. Y la veo mirando una farmacia. Ah! Pos vale. Pos tol mundo sabe que mirar el escaparte de una farmacia es la ostia y te tienes que parar en seco. Ok.

Entonces me dio por observarla tipo Norman Bates. Y me di cuenta de que se miraba en tooodos los escaparates y/o superficies brillantes. En un momento pensé que era mi odio natural hacia las rubias (excepto a mi maravillosa y encantadora sobrinita ^^) pero entonces, la mushasha, se acercó de golpe a uno de esos interesantes escapartes y, a dos centímetros de él, se arregló lo que fuese de la cara.

Y hoy me he dado cuenta de que no es la única. He visto a una tía con la camiseta del Rainbow. Me ha hecho gracia de que todavía las fabriquen... Y entonces, pensando en ello, la tía se ha puesto a cantar y a mirarse en los escaparates.

Y estoy segura de que, en estos momentos, hay alguien escribiendo en su blog que hay una tía que mira obsesivamente a una rubia mientras camina inocentemente.